No es la primera vez que se explora la relación entre el ejercicio físico y las funciones cognitivas. Diversas investigaciones han demostrado que realizar actividades físicas, como el ciclismo, puede incrementar las capacidades cognitivas generales, mejorando aspectos como la atención y la velocidad de procesamiento de la información. En particular, se ha identificado una conexión directa entre el ejercicio aeróbico y la mejora de la memoria. Esta relación sugiere que involucrarse en actividades físicas podría ser clave para mejorar la habilidad de recordar caras, historias o ubicaciones con mayor eficacia.
Para obtener estos beneficios, no es necesario comprometer largas horas en un gimnasio. De hecho, estudios han demostrado que incluso sesiones breves de ejercicio, tales como paseos en bicicleta, o usar una bicicleta fijas o de spinning durante un periodo de tiempo que no excedan los 10 o 30 minutos. Este tipo de actividades pueden ofrecer mejoras significativas en la memoria a corto plazo. El ejercicio físico es conocido también por estimular la producción de ciertas sustancias químicas en el cerebro, promoviendo el crecimiento de nuevas células nerviosas y fortaleciendo las conexiones neuronales. Esta plasticidad cerebral es fundamental para las funciones cognitivas y su mejora.